lunes, 6 de julio de 2009

Cultivo hidropónico de marihuana


El fenómeno contemporáneo, en materia de marihuana, es el cultivo con luz artificial y automatización. Las extensiones plantadas a cielo abierto, en América, Asia, África y Polinesia, están dando paso a un agricultura de interiores, apoyada sobre motivos de seguridad (para el agricultor) y calidad (para el consumidor). Sin embargo, eso tiene poco de particular o relativo a la marihuana, porque marca un salto de la agricultura en general, comparable con el que va de la vieja máquina registradora al ordenador.
La palabra "hidropónico" (de hidros, agua, y pones, trabajo) designa un tipo de botánica que merecería llamarse "aeropónico", ya que su elemento más destacado no es tanto el riego como la creación de un entorno general, y especialmente lumínico, cuya finalidad es proporcionar a cualquier tipo de planta un medio idóneo para desarrollarse y florecer. Combinando hallazgos científicos con progresos de índole más puramente técnica, esta forma de cultivo rinde una potencia superior o comparable a las mejores variantes conocidas usando tierra y aire libre.
Toda planta crece a partir de seis factores, que son luz, agua, nutrientes, aire, medio donde brotar y temperatura. Antes de que se inventara el cultivo en invernadero, y luego en interiores, estos seis elementos dependían enteramente del clima y la tierra, complementados por el campesino con alguna especie de abono; en el caso más elemental, los restos secos de la cosecha previa se queman, para usar esa ceniza como fertilizante (ya que contiene calcio y potasio).

La luz es imprescindible para producir clorofila e hidratos de carbono; sin ella, el follaje se vuelve amarillo y la planta muere. No obstante, el mundo verde sólo usa parte del espectro luminoso, y sobre todo las longitudes de onda que vemos como azul y rojo. La agricultura estuvo muy limitada hasta descubrirse lámparas casi comparables a la luz solar en intensidad y con el debido espectro de color, pues sólo entonces pudo comprobarse que las plantas agradecen un fotoperiodo -esto es, una proporción diaria de luz y oscuridad- muy superior al proporcionado por el sol en estaciones distintas del verano; concretamente, sabemos hoy que su tasa máxima de crecimiento acontece cuando recibe 18 horas al día de luz, y sabemos también que el florecimiento es óptimo cuando en esa etapa de su vida recibe 12 horas.

Por supuesto, si la fuente lumínica es artificial no hay nubes, nieblas, tormentas o accidentes del terreno que atenúen su recepción durante la jornada; todo el problema de sustituir -o complementar (si se trata de un invernadero)- idóneamente al sol se zanja situando el foco lumínico a la distancia conveniente de cada planta. Si está demasiado lejos, se estirarán como delgados filamentos en vez de crecer homogéneamente, y si está demasiado cerca quemará las partes más próximas, traumatizando a la planta. Dependiendo de los vatios de cada bombilla, la distancia idónea para lámparas potentes estará entre los 30 y los 60 centímetros.
Queda, por último, asegurar el circuito eléctrico con una instalación que evite sobrecargas y fugas. La hidroponía supone una presencia constante de agua. La caja de una lámpara HID contiene, por ejemplo, un condensador que puede acumular cargas extremadamente altas durante meses, y ahorrárselo -comprando el condensador y el transformador por separado-, es cosa reservada a peritos; naturalmente, la caja no debe rozar el suelo ni otras zonas de posible humedad.
"El Cultivo Hidropónico" Antonio Escohotado(1997)

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